ya acabó su novela

No escribo sobre Abencia

Publicado: 2009-07-10

Ya son tres los editores que me llaman para pedirme —con cierta urgencia en la voz— que escriba sobre Abencia Meza y / o Alicia Delgado. Son editores muy distintos, todos muy profesionales y exitosos a su manera (uno de ellos ha puesto una cifra nada desdeñable sobre la mesa). Me quedo callado al otro lado de la línea. No entiendo es por qué piensan que pueda interesarme un tema como ese pero no se los digo —no quiero parecer arrogante—, simplemente digo que debo pensarlo o que no tengo tiempo. En los últimos años, he escrito crónicas literarias de personajes disímiles y en algunos casos, despreciables; rufianes de saco y corbata, gusanos hedonistas, payasos arribistas, pequeños dictadores. No soy un hombre de prejuicios. Me mezclo con todo y no le niego a nadie un verbo bien puesto. Quizás por eso me llaman.

—Sé que harías algo buenísimo, Juanma —dicen.

Pero con Abencia Meza ocurre algo que no me había pasado hasta hoy. Siento que me la están tratando de chantar a la mala, a la prepo. Lo mismo deben sentir veinte millones de peruanos, creo. Yo no escucho a Abencia. No sé de que va su música. No sé de qué va ella, su propuesta, su proyecto, su estilo. Lo que sí recuerdo es que me pregunté, varias veces, por qué la seguían poniendo en televisión después de cierto incidente con una pistola cargada. Abencia no me representa. No me siento identificado con ella. Y no crean que me cierro en mi burbuja: yo sí me sentía identificado (mínimamente, es cierto, pero identificado), con un tipo como Cromwell Gálvez, por mencionar a uno de mis monstruos favoritos. Algo de su retorcida alma me hacía recordar lo peor de mí y de cierta gente que conozco. Su periplo me fascinaba porque me hacía ver lo frágil de la conciencia de un hombre asalariado en una sociedad que vive diciéndote qué es lo bello y qué es triunfar. Minita de oro de día y gremiling lúbrico después de medianoche. Una vez, cierto maestro me dijo: “escribe sobre gente que sea metáfora de algo”.

Abencia Meza nunca pudo conmoverme aunque me la pusieron mil veces en la pantalla y en los titulares, en todas las performances posibles: en la piscina, en la cocina, en el clóset, saliendo del clóset, saliendo del walking closet, manejando camioneta (signo exterior de progreso), seduciendo a mi amiga Mabel Huertas, del dos.

Abencia Meza es nuestra Paris Hilton.

No me pidan que escriba sobre Abencia ni sobre su amiga, que en paz descanse (más respeto, por favor, que tuvo una muerte horrible). Yo no le voy a seguir el juego a los maestros de la desrealización, esos que convierten un cuchillazo en la yugular en la colorida viñeta de un cómic. No atraco.


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Second Chance

Los últimos días de la civilización